martes, 4 de julio de 2017

La curiosidad como madre de la aventura y del descubrimiento.


Por Marlon Meza Teni



Hay muchísima gente a la que cuando le preguntás si ha leído esto, si ha visto lo otro, si ya oyó sobre tal descubrimiento… si conoce a tal compositor, escuchó tal disco de rock, a tal artista, tal película, de inmediato te responden con un tajante "SÍ", como dando a entender 'por supuesto, lo conozco tan bien que saltémonos el tema'. Hasta da pena hablarles de lo que sea por miedo a ofenderlas, o a que se sientan molestos o humillados, y que piensen que lo que uno está tratando al hablarles de un libro, de un dato en la historia o de una anécdota en particular, es entramparlos para mostrar sus deficiencias o vacíos, o peor aún, para hacerlos sentirse algo bestias y nunca al tanto de las cosas simplemente porque las desconocen, no tienen tiempo, o de verdad no les interesan, lo cual no es un pecado. Y a mí me duele el alma y luego el hígado, porque no es tan difícil en la vida decir no, no lo he leído pero contame un poco, no porque es un tema que no me interesa mucho. No lo he visto porque no tengo tiempo de nada pero he visto algo parecido, pero contame un poco, platiquemos, no lo conozco, dame los datos, intercambiemos informaciones. Dame el nombre del autor, del músico, de la fecha de cuando sucedió, en dónde lo puedo encontrar… Pero no, simplemente te responden con 'Sí' tajante, o peor aún: se hacen los sordos y se saltan a un tema a cien años luz del que les estás hablando.
Y a mí me entristece a menudo no poder intercambiar sobre asuntos que son interesantes y que no me den una opinión, o que no me cuenten, porque en las buenas charlas he aprendido a veces mucho más que en los malos libros. Y cuando ya solo en la cocina me preparo algo de comer pienso en lo dificultoso que resulta a menudo transmitir y aprender algo a los demás en un mundo tan precipitado por las apariencias. Y lo penoso que resulta entablar una charla con gente que no tiene el carisma de la curiosidad, un mínimo de espíritu de apertura, ni la gracia que ofrece la sorpresa cuando por fin se responde: 'No, no lo sé, contame, que interesante se oye, luego te cuento yo algo parecido, platiquemos un rato del libro que estoy leyendo'
Me sube mucho la presión arterial este tipo de engendro cada vez más común con quien uno intenta compartir una cosa por mínima que sea, sin más pretensión que la de la convivialidad, y que de inmediato siente temor y te contesta con su falta de disposición para el diálogo y la escucha recíproca, poniéndole punto y final a toda posibilidad de intercambio de lo que sea, diciéndote que ya lo sabe, que ya lo vio, aunque esto no sea cierto. Me provocan ganas de emigrar a otro planeta, o de ponerme a ver alguna caricatura de Tex Avery, reirme solo, y desentenderme por completo de esa parte del mundo atrofiada por la falta de curiosidad y el exceso de soberbia.
Prefiero las charlas con mis alumnos, esos chicos que descubren el mundo con los ojos y los oídos limpios, y que son quienes mejor me enseñan y con palabras simples sobre la realidad de las cosas que están por llegar.
Total, vivimos en un mundo de sumas y restas con esa devastadora enfermedad llamada arrogancia y el boicoteo del sabelotodo que ese sí, a mí no me interesa.

                                                      Photo © Marlon Meza Teni