Tengo cinco años de estarle mentando la
madre a M. cada vez que busco algo en el departamento y no lo encuentro.
"Eso se quedó en su casa, y se fue a Marsella y no se dignó decirme que
ahí estaba". Hoy por fin encontré mi destornillador al mover la
lavadora, junto a una salchicha de estrasburgo completamente fosilizada,
que vaya uno a saber cómo fue a parar ahí, enredada en un molote de
polvo. Así de penosas y largas son las separaciones sentimentales. Estoy
contento de haber encontrado por fin mi destornillador porque es el que
me sirivió para armar algunos muebles en su departamento cuando
creíamos que todo era posible, así que mientras surge una nueva
desaparición, le pido disculpas públicas a su mamacita, juez de asuntos
familiares, a quien tanto he elevado dentro de la categoría de las
chicas que practican los oficios de acera y de la mala reputación, entre
otras cosas por ese destornillador que M. no mudó con sus cosas al sur
de Francia. Ya solo me queda apretarme un poco las tuercas por donde a
menudo se me meten algunos recuerdos inoportunos, y ver si encuentro un
perro al que le gusten las salchichas fosilizadas de estrasburgo.
© Marlon Meza Teni
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