Señales imborrables.
Palabras que despuntan o anochecen
con uno que otro verbo siempre salteador,
vaivén del adjetivo
muerte del proverbio,
metáfora se vuelve la resaca
cuando el sueño es náufrago,
Benditas las palabras
cuando ignoran la cautela
Benditos los rumores de la risa,
son huellas las palabras
cuando exigen el requiebro,
Benditos son los verbos de equimosis.
Benditas las palabras
que en tu boca agotan el acento.
Benditas las ásperas
y benditas las escabrosas.
Benditas son tus lunas
Malditos son mis lunes
cuando las caricias amanecen
más anémicas que el sol
bendito el grito de las caries,
los glosarios sin cuantía,
la infección del desamor.
Bendita la sonrisa de los viernes
las palabras de aguardiente,
la sangre de tus labios,
benditos los colmillos del perro
que muerde sin pelos en las eñes
benditas las palabras que esperando mudas
tratan de hilvanar nostalgias
desde su rincón.
Malditas las palabras antisépticas
benditas las señales imborrables
benditas las palabras atonales
que no obedecen a temperamentos
ni se ajustan con el diapasón.
Benditas las palabras que ritman
los días a tres cuartos
y las que bajan por las venas
en compás binario.
La amenaza que suda en los muros
el mensaje erótico
la ilusión retórica
Benditas las palabras
que apuntan,
disparan,
te salvan.
Inalámbrico es el amor
del diccionario cuando
rompe sus rendijas,
benditas las putas mal remuneradas
que se entregan de todo corazón.
Benditas las palabras cuando evocan
el instinto desnudo,
y la herida húmeda
si en ella sobrevive el desafío.
Bendito los amores
de las camas
donde no se vende
pero se pierde el juicio.
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