Yo estaba así cuando el Mundial de fútbol de 1998 en Francia estaba a la vuelta. Recuerdo que tenía pensado agarrar mis dos mochilas para irme de Francia cuando terminara. Se lo dije a mi banquero y a un par de amigos. Pero pronostiqué en las quinielas una final entre Francia y Brasil, y le aposté 700 francos franceses a un hipotético 3 a 0 a favor de Francia. Me dijeron que estaba loco porque Francia no pasaría la primera ronda, y que estaba malgastando mi dinero. Pero gané. Ganamos, Zinedine Zidane y los demás. Y al día siguiente saqué la Pentax y tomé fotos de las calles y de la gente feliz como si con aquella apuesta hubiera contribuido a la felicidad ajena. También tomé muchas fotos del equipo en un Car de esos que parecen fabricados sólo para los triunfos, subiendo los Campos Elíseos con la copa del mundo en las manos.
Dos días después deshice la primera mochila en mi departamento del Père-Lachaise; y tres días días después deshice la segunda, cuatro días después deshice el poder abrasador de las convicciones y me acosté a dormir con toda la falta de humildad que conlleva seguir considerándose el centro del Universo. Pero las ofuscaciones de la mente me duraron poco, y me quedé en París, como esos hombres que no pueden vivir más con una mujer a la que no soportan y que tampoco la pueden dejar porque creen que siempre habrá días mejores. Y los hay. Y no me arrepiento de estar aún acá, ni de haberme dejado crecer desde entonces la ilusión y la barba.
Dos días después deshice la primera mochila en mi departamento del Père-Lachaise; y tres días días después deshice la segunda, cuatro días después deshice el poder abrasador de las convicciones y me acosté a dormir con toda la falta de humildad que conlleva seguir considerándose el centro del Universo. Pero las ofuscaciones de la mente me duraron poco, y me quedé en París, como esos hombres que no pueden vivir más con una mujer a la que no soportan y que tampoco la pueden dejar porque creen que siempre habrá días mejores. Y los hay. Y no me arrepiento de estar aún acá, ni de haberme dejado crecer desde entonces la ilusión y la barba.
© Marlon Meza Teni
No hay comentarios:
Publicar un comentario