Texto y photos © Marlon Meza Teni
Fueron 17 vidas arrancadas en tres días. 17, como tantos rostros y
símbolos de la diversidad, de la libertad de expresión, y de la fuerza de la
democracia en Francia. Pero Francia está de pie. Al Qaeda de Yemen reivindicará
el atentado una semana más tarde. Lo sabíamos, Francia era el segundo país más
amenazado en el mundo por el terrorismo después de los Estados Unidos, y en
diciembre los servicios secretos habían ya desbaratado suficientes atentados en
París como para empezar el invierno con otra preocupación que no fuera la de la
actual crisis económica y el desempleo. Pero a partir de las 11h30 del
miércoles 7 de enero la locura se acelera. Dos Yihadistas determinados entran a la redacción del
semanario satírico “Charlie Hebdo” y asesinan a 12 personas, entre ellos a
cuatro dibujantes emblemáticos que habían llevado a un punto incandescente la
libertad de prensa y su derecho a ejercer la insolencia y la irreligiosidad.
Conocidos por su nombre artístico como Charb (director del Diario) Cabu,
Tignous, y Wolinski. Al oír el nombre de Wolinski entre las víctimas, el
estómago me da vuelta. Lo conocí personalmente recién llegado a Francia, su
humor me parecía corrosivo y sus dibujos apenas semejantes a los hallados en
las paredes de un baño público. “No quiero morir idiota” era el nombre de su
pieza de teatro, y en lo porvenir siguió siendo la frase que nos repetíamos
para identificarnos mutuamente cuando nos cruzábamos en alguna reunión en donde
habían libros. Era un hombre suave que amaba a las mujere
Los asesinos han dejado la redacción del periódico convertida en una
carnicería inimaginable, y ya en la calle han asesinado a un policía municipal
de origen árabe, y de religión musulmana. Un crimen que será difundido en las
redes casi inmediatamente. Los Terroristas huyen hacia el norte de París. El
Presidente François Hollande es informado por uno de los sobrevivientes, un
médico que ha logrado salvarse por llegar unos minutos tarde a la reunión
semanal de la redacción. El estado de alerta por atentado terrorista se decreta
en todo el territorio. Se difunde un número de teléfono y se informa sobre el
trayecto que siguen en su huida los Yihadistas. Se solicita toda información
ciudadana. Han pasado apenas veinte minutos desde el atentado, cuando en un
transporte en común un grafista, Joachim Roncin, lanza un mensaje por twiter:
“Yo soy Charlie”. Eslogan que a partir de ese momento dará la vuelta al mundo
con el sentimiento de pertenencia a una causa. A mí me lo envía un alumno, y
entiendo que es su símbolo de rechazo al terrorismo y su pancarta que
reivindica desde la adolescencia su derecho a la libertad de expresión. Quienes
lo recibimos por las redes en ese momento, sabemos que detrás de esa corta
afirmación se esconde la indignación
provocada por el intento de acabar con
uno de los principios de la República, y sin duda una de las más grandes conquistas del ser humano lograda gracias a
la revolución francesa: La Democracia. La soberanía con todos y sus derivados,
su grandeza. La libertad feroz. La conquista de la igualdad. La sed de
fraternidad. Esa mezcla tan singular de dignidad y de insolencia que resultan
del derecho a la sátira, al debate, la controversia, y hasta la legitimidad de
ejercer cierta forma de impertinencia. Todo aquello que nace de la libre
expresión.
Yo soy charlie
“Yo soy Charlie” empieza a divulgarse en todo el planeta. Los asesinos
son acorralados. La emoción nos gana. “Es nuestro 11 de septiembre” dirá el
filósofo Michel Onfray. Las horas sin sueño empiezan. Veo llorar a la gente en
la calle y a algunos de mis alumnos esa misma tarde. Intercambio correos con
amigos lejanos que han vivido acá y tienen a Francia como segunda patria. El 8 de Enero, mientras el mundo entero descubre el rostro de los asesinos
nacidos en Francia: Chérif y Saïd Kouachi, al sur de París, otro yihadista
asesina a una agente de la policía municipal con armas de guerra. Las
manifestaciones espontáneas surgen en todo el país. En Toulouse, la respuesta de un niño de 10
años, al lado de sus padres durante la manifestación me eriza la piel ante la pregunta de un periodista
¿Por qué estás aquí en las calles con tus padres? El pequeño responde: “Porque a la gente no se le
mata sólo por hacer dibujos”… En su respuesta no hay compromisos políticos ni intereses partidistas,
tan sólo el poder de las palabras de un niño que resume su visión del mundo.
Eran dibujos y nada más. Así fueran de Mahoma, de Jesucristo o de Dios,
pienso. “La laicidad se
aprende en la escuela, dirá más
tarde el primer ministro francés Manuel Valls. Unidad y tolerancia. Poco importan las creencias o el origen de las
personas. La laicidad es el corazón de la República y de la Escuela. La
República no es posible sin la Escuela y la Escuela no es posible sin la
República. La posibilidad de creer o de no creer en una religión. La educación
también tiene valores fundamentales. Mientras tanto, los sobrevivientes de “Charlie
Hebdo”, un diario casi ignorado que también
sobrevivía por la ayuda de sus lectores, recibe la hospitalidad del
periódico “Liberation”. En un rincón, entre lágrimas y tinta, deciden emprender
las caricaturas para editar el próximo número.
El presidente Hollande hace un llamado a una manifestación general prevista para el 11 de enero en todo
el país en repudio al terrorismo y al atentado contra los valores más profundos
de la República.
El viernes 9 de enero, los hermanos Kouachi son localizados en un
suburbio a 14 kilómetros del aeropuerto por todas las élites de la policía
antiterrorista y del ejército que por primera vez trabajan juntos. La
televisión, que entonces transmite ya la muerte en directo, informa que al este
de la ciudad un Terrorista originario de Malí acaba de asesinar a cuatro judíos
en un pequeño supermercado y mantiene a un grupo de rehenes. Ignora sin embargo
que en el mismo lugar un empleado también originario de Malí está escondiendo a
otro grupo de judíos para salvarlos. La situación es inédita. Las Brigadas de
intervención deben enfrentar dos situaciones de terrorismo organizado en
simultáneo. El mundo entero descubre el rostro de Amedy Coulibaly. Por la tarde me encuentro casualmente en un
tren cuando recibo un mensaje diciéndome que mi línea va a pasar bajo el sitio
en donde acaban de asesinar a cuatro rehenes. “El tren no se puede detener en
la estación” anuncia el piloto. Así que pasamos bajo tierra, en una vía
desierta, cerrada al público, un cementerio patético en donde la muerte ronda
por encima. A las 17h15 tomo una foto del lugar mientras el tren pasa sin
detenerse. Antes de llegar a la siguiente estación los celulares en el vagón empiezan
a sonar por todos lados, algunos son mensajes escritos como el que recibo yo de
mi hermana desde Guatemala. Las Brigadas acaban de intervenir y acaban de matar
a los hermanos Kouachi y a Coualibaly, me dice. El resto de rehenes está a
salvo, ¿y tú dónde estás?
La Marcha
El domingo 11 de enero amanece soleado y en las calles somos cientos
de miles reunidos para decir no al Terrorismo, a la intolerancia, al
antisemitismo, al racismo, pero también a cualquier forma de resignación y de
indiferencia. París está en la mira del
mundo entero mientras 50 jefes de estado desfilan durante media hora alejados
de los 2 millones de manifestantes en París, casi 4 en toda Francia. Voy con
dos cámaras. Intento atrapar miradas o sonrisas llenas
de indignación ¿es posible conjugar ambas?... Trato de retener el lado más íntimo y significativo de lo que está
sucediendo. Pienso que lo imprescindible es comprender que cada persona, cada
niño, cada anciano, cada judío francés y cada musulmán francés, son algo más
que una mancha de gente perdida en medio de una multitud. Captar la fuerza de
la resistencia desde lo más íntimo. Durante
largas horas descubro miradas siempre fijas hacia el monumento de la Plaza de
la República, Marianne, que representa los valores más profundos de Francia: La
Libertad, La Igualdad y La Fraternidad. Veo a muchos niños que desde los
hombros de sus padres, con una mirada gigante descubren ese día el mundo con
los ojos limpios, como quizás lo hicieran los 17 seres asesinados en París en
una semana trágica. Me doy cuenta de que todos cabemos en un espacio reducido
en donde casi 2 millones de gentes se mueven en un mismo recorrido. Logro tomas
de las buhardillas de París en donde veo a los francotiradores de las elites de
seguridad que observan a la masa. Al final de la noche la gente abre un pequeño
corredor mientras una parte de las brigadas de policía se aleja en medio de
aplausos.
El triunfo de la libertad de expresión.
Es Miércoles 14 de enero, y espero desde hace una
hora bajo el frío de invierno a que abra el quiosco. No soy el único. El
ejemplar de “Charlie Hebdo” viene con una imagen de Mahoma sosteniendo un letrero que dice “Yo soy
Charlie”, una lágrima en el ojo y el encabezado “Todo está perdonado”, y sale
como un triunfo más de la libertad de expresión, con un primer tiraje de 4
millones, el más grande realizado en toda la historia de la prensa de Francia.
Se agota en menos de 10 minutos. (Hoy, 15 días después de lo sucedido ya lleva
9 millones que siguen agotándose desde muy
temprano) En un discurso memorable aplaudido por toda la Asamblea (que minutos
antes ha entonado una Marsellesa solemne y sin aplausos. La primera en el
hemiciclo desde la capitulación de la primera guerra mundial el 11 de noviembre
de 1918) Manuel Valls, Primer Ministro, lo asegura “Francia no está en guerra contra ninguna religión,
ni contra el Islam y los Musulmanes, Francia está en guerra contra el
terrorismo, el yihadismo y el islamismo radical… El fenómeno de radicalización
de los jóvenes está presente en todo el territorio…cuando alguien se ataca a
los judíos de Francia está atacando a Francia y a la conciencia universal… El
Islam es la segunda religión de Francia y tiene todo su lugar en Francia
siempre y cuando los principios de la laicidad que incluyen la igualdad entre
el hombre y la mujer, se ajusten a los principios de la República. …No quiero
que en nuestro país existan Judíos que tengan miedo, ni musulmanes que tengan
vergüenza de su religión, porque la República es fraternal, generosa y está
aquí para acoger a cada uno…” Yo también soy francés, lo recuerdo, y me veo
de nuevo en las calles. Y me reconozco en las palabras que afirman la
diferencia fundamental que existe entre la democracia y la incitación al
racismo, y también en la diferencia fundamental que existe entre la libertad de
expresión y el antisemitismo y por supuesto la apología del
terrorismo. Todos lo saben ya. Hoy Francia está en pie de guerra para defender los valores y los derechos universales que pertenecen
también al mundo entero.
París 21 de enero de 2015
Publicado en el suplemento cultural 'El Acordeón'
del Diario "ElPeriódico" de Guatemala, el 26 de enero de 2015.
Vínculo directo de este artículo al Periódico:
http://www.elperiodico.com.gt/es/20150125/elacordeon/7557/Cr%C3%B3nica-de-una-semana-hist%C3%B3rica-en-Par%C3%ADs.htm
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